(En tiempos de coronavirus)
Cada mañana es un «hoy por hoy».
Cada presente condensa el ahora con una fuerza inusitada.
La lectura y la escritura me llevan a regiones, a paisajes, a contactos con otros, que comienzan a añorarse con tal fuerza que duele. Lo mismo con una película, al escuchar cierta música.
Es como si los sentidos fueran por una dirección, un curso tan ajeno a esta realidad que el primer sentimiento es el de la profunda tristeza.
Pero cada mañana es un «hoy por hoy», armando un bunker donde sea posible seguir creando y construyendo.
Y escuchar, por ejemplo, el recital de Andrea Bocelli[1] y asistir al final, cuando Bocelli camina desde la puerta central del Il Duomo hasta un desolado micrófono; sus pasos que en comunicación con el sendero, atento a la propia voz, que antes de emerger para deleitarnos, le cuenta dónde detenerse. Entonces, quebrando el silencio y la pausa suspendida en un cielo azul, solo su canto, intenso y maravilloso.
Creo que por eso, y por muchas cosas más que aún perduran es que vale la pena repetirse hoy, el por hoy.