Homenaje de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires a «Leer levantando la cabeza»

 

 

Mis palabras en el día del homenaje

 

Cuando Marilú propuso este homenaje me sentí abrumada o desconcertada, no sé precisar el sentimiento.

Cuando me llamó estaba en Brasil, en Imbassaí, adonde había llegado para esperar el nacimiento mi nuevo nieto, Nilo.

Había llegado sola, o sea, sin Raúl y en la valija, además de los regalos para Thaís, me traído la profunda tristeza que provocó la muerte de Roberto Ferro.

Por lo tanto, ese llamado fue una sorpresa que se atravesó en una escritura que había comenzado sobre Roberto, no bien falleció en Buenos Aires, casi una catarsis, y que continuaba al ritmo creativo que imponen las mareas del mar de Imbassaí.

 

El título

Pero regreso al sentimiento que mencioné antes: “abrumada” (por el homenaje propuesto) que se despejó al comprender que esa distinción no era hacia mí, sino a este libro. Entonces de abrumada, pasé a sentir mucha alegría.

Porque este reconocimiento es, en realidad y bien merecido a quienes pueblan este libro y también a un espacio o un paisaje en particular.

Pero vamos por partes.

¿Dónde surge el título?

El título surge de un pensamiento de Roland Barthes, de su libro El susurro del lenguaje:

¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?

 

Muchos años antes que encontrara esta cita de el “tío Rolando”, como le gustaba decir a Ferro, yo había escrito:

 

Cuando eso sucede,

y los ojos

imprimen

su gesto

al resto del cuerpo,

y la mano

(o tal vez

tan solo

el leve roce)

se detiene

en la letra,

es que

la lectura

se extiende

como esa playa,

sin horizontes.

Cuando eso sucede

es porque

la palabra

como el pájaro

en mi ventana

ha alzado vuelo

 

Y eso había ocurrido con estas lecturas.

Porque Leer levantando la cabeza es un libro de crónicas, al modo de esas crónicas que suelen escribir los marineros o la del viajero que va tomando apuntes mientras transita su ruta. El marinero o el viajero que, cada tanto, en sus anotaciones, levanta los ojos para contemplar el mar o el camino conmovido por la emoción de la vivencia.

Este es un libro de vivencias.

No busca aportar reseñas sino pistas, aproximaciones subjetivas porque están teñidas, además, del acontecer particular de mi existencia en ese instante de lectura y del trabajo de mi memoria, que se pone en funcionamiento frente a lo que voy leyendo.

Algo parecido a cuando nos encontramos en un café con un amigo, ocurre el encuentro, la conversación, la mutua confidencia y también se produce la emoción por instante, la emoción de los recuerdos que nos unen y la emoción posterior, la que nos queda o nos acompañará aún después de la despedida; y en algunos casos, para siempre. ¿no es así?

 

32 escritores

Como les decía, este libro es un homenaje a quienes lo habitan: 32 escritores.

Con algunos de ellos me une o unió el presente, la gran mayoría se han ido; pero con todos me vincula la admiración y el goce.

Creo que el culpable de este libro fue Bioy. Con él me fui de viaje en los largos meses atravesados por la pandemia y mantuvimos una extensa charla de cada uno de sus libros. Pero como conté cuando presenté este libro en la Dama de Bollini el año pasado, ya venía estableciendo este gesto de correspondencia con mis lecturas, desde mis anotaciones a los 12/13 años en un cuaderno escolar (donde ranqueaba con estrellitas de colores lo que me había producido la lectura) a la escritura que siempre realizo en la portada del libro al momento de comenzar su lectura: no solo la fecha y mi nombre, también la circunstancia o donde me encontraba en ese momento, con quién estaba, etc..

Por eso, el homenaje es a ellos, a, por ejemplo, ese grupo de mujeres nacidas a comienzos del siglo pasado “las escritoras perdurables” como las llamé que, en Latinoamérica, y promediando el siglo, escribieron con tanta valentía y libertad, escritoras, para muchos, desconocidas, opacadas por el universo masculino en ese período tan rico en la literatura de los países de la región. Por suerte, en este último tiempo hay muy buenos trabajos de reedición sobre ellas: y me refiero a Sara Gallardo en Argentina, o María Luisa Bombal en Chile, solo para mencionar algunas.

Pero fundamentalmente hay dos nombres que también pueblan estas hojas

 

Nóé Jitrik – Roberto Ferro

Noé Jitrik y Roberto Ferro, ambos escritores, críticos literarios y, sobre todo, y en el más amplio sentido de la palabra, generosos profesores de aquello que “profesaban”, de lo que sin duda además sabían más que el resto de nosotros: de la buena literatura.

Noé, casado con la magnífica escritora Tununa Mercado, a quién le he dedicado algunos poemas en conversación con su escritura deslumbrante.

Ambos estuvieron la presentación de mi libro Diminuto verde, en la ya desaparecida Clásica y Moderna, bajo una lluvia torrencial.

Noé Jitrik con varios Doctorados Honoris Causa en su haber, postulado al Premio Nobel en el 2022. Lo sorprendió la muerte el 6 de octubre de ese año en la ciudad de Pereira, Colombia, donde, y a los 95 años, había viajado para dictar unas conferencias.

 

Roberto

Sobre Roberto… de más está decir que él era, desde hace muchos años, mi profesor y más lector, además de amigo.

Pronto publicaré un libro (ya preparado) sobre nuestra relación de más de diez años.

Escritor, crítico literario, Premio Konex 2014 en la categoría “Ensayo literario” en el 2014, “apenas un profesor de provincias”, como a él le gustaba presentarse.

Escribo en este libro sobre dos de trabajos: una de sus novelas (sus diez novelas conforman una saga que tiene como protagonista a Jorge Cáceres), y un libro de ensayos (en más de veinte títulos).

Este libro no hubiera sido posible, pensé y pienso siempre, sin la mirada constante y estimulante de Roberto.

Lleva su posfacio. En los últimos tiempos gustaba de acompañar las publicaciones con un texto al final, como una apuesta personal de aparecer solo después de ese último punto final del autor y no antes. De correrse, de estar en un segundo plano, de no opacar ni por un segundo con su voz. También en lo cotidiano había aligerado carga y su discurso era cada vez más cercano al discurso amoroso de su tan querido tío Rolando. Este libro es seguramente un homenaje hacia él, y como me dijo mi hija Agustina, la que vive en Brasil, al verme tan desolada “este es un regalo de Roberto”.

 

Los nietos

Los otros habitantes que pueblan este libro son mis cuatro nietos mayores: Ringo, Thaís, Paloma y Camelia. Olimpia y Nilo nacieron después de ese punto final, pero no pueden faltar hoy.

 

Imbassaí

El espacio, además de Buenos Aires es, sobre todo, el mar de Imbassaí.

En ese espacio fue gran parte de la lectura y escritura de este libro.

También a este espacio, le dedico los poemas que están en este mi último libro: Mar de mareas, editado por Vinciguerra, recién publicado, que lleva como tapa un cuadro de mi querida Maricel Bonansea, pintora cordobesa que también reparte su vida entre Imbassaí y Jesús María. No podía faltar su obra en este libro cargado de rumor de mar.

 

Para finalizar

Agradezco a los que me acompañan hoy: mis hijos, mi familia, mis amigos.

Agradezco profesionalidad que encontré en la editorial Uuirto. Su compañía en el proceso editorial fue muy importante y la destaco.

Agradezco el hermoso ikebana que me ha regalado, y me acompaña sobre esta mesa, Leticia Tanoue.

Agradezco la existencia de Raúl.

Agradezco que me acompañen los libros que alimentaron con su escritura al hoy homenajeado.

Y agradezco a Marilú por pensar en mí y proponer este proyecto, que luego se aprobaría por unanimidad. A Martha, a Angelita y a todo el equipo de la Legislatura que acompañan y soportan los eventos.

Brindo por el arte y la cultura.

Brindo por el arte y la cultura.

Brindo por el arte y la cultura.

Muchas gracias.

 

 

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

trece − nueve =

María Claudia Otsubo