Reseña de María Carbó en Revista Criterio – Número Junio-Julio 2024
LEER LEVANTANDO
LA CABEZA
María Claudia Otsubo
Faltaba esta suerte de ensayo, Leer levantando la cabeza, para que María Claudia Otsubo completara
su prolífica obra en cuentos, poesías y dos novelas.
¿Qué mejor lectura que dejarse ir, de vez en cuando, levantando la cabeza del libro que estamos leyendo para echar una mirada a la naturaleza que nos circunda o a un ser querido que está a nuestro lado en sus propios pensares?
La autora muestra cómo la mirada al mar vecino o a su nieta, que juega a su lado, la remite más profundamente a lo que está leyendo. Sobre esta base encara obras de distintos autores, procurando presentar el camino que cada uno de ellos transita en sus propios escritos.
El riguroso trabajo, que le insumió muchas horas de lectura, nos acerca desde su propia mirada la de otros escritores, la mayoría de ellos del siglo XX y casi todos imprescindibles.
En el comienzo nos señala “Escritoras perdurables” que tardaron mucho en ser reconocidas, en algunos casos póstumamente, como Norah Lange, Elena Garro, Clarice Lispector, Sara Gallardo, Virginia Woolf y tantas otras.
María Claudia va colocando “en el estante del Canon” a grandes clásicos como Faulkner, en su valiosa obra Absalon-Absalon, Yasunari Kawabata en sus nouvelles con música y silencios. Kafka y su escritura fuerte y angustiosa en El castillo. Y, por supuesto, no podía dejar de estar Shakespeare y aquí con La tempestad.
Pasada la mitad del siglo XX, la autora nos trae a Sábato y El túnel, Piglia y el Comisario Croce, la húngara Agota Kristof y los horrores de la segunda guerra, Manuel Mujica Lainez con su gran novela Bomarzo.
María Claudia no deja de citar constantemente a Borges. Ya en el siglo XXl, nuestra autora comienza con Alessandro Baricco –que tiene obras publicadas anteriormente– pero aquí se refiere especialmente a la novela Sin sangre; Lucía Berlín, Roberto Ferro, Noé Jitrik, Enrique Vila-Matas y Leonardo Padura.
Como dijo Roberto Ferro en el diálogo-presentación: “Claudia es maestra en llevarnos por las rutas imaginarias de una lectora”. Lo demuestra cuando escribe una carta a Enrique Vila-Matas, haciéndole comentarios sobre sus libros: París no se acaba nunca, el mal de Montano y Bartleby y compañía. La escribe con la naturalidad de una amiga. También se imagina una conversación con Padura, propuesta por ella en el malecón de La Habana, comentando sobre En búsqueda de Hemingway y Los herejes, con la presencia del infaltable Comisario Conde en la conversación.
No podemos dejar de agregar la presencia que María Claudia da en el libro a sus amigos maestros Noé Jitrik y Roberto Ferro, importantes críticos literarios y muy reconocidos ensayistas argentinos.
Las últimas cien páginas se las dedica a Adolfo Bioy Casares. Habrá que leer todo el libro para correr los tenues velos que separan una obra de otra.
Este libro nos lleva a la lectura seleccionada y comentada con la propia autora, que además nos regala acotaciones y algunos de sus poemas.
Ella puede mezclar épocas y compartir comentarios personales de las vivencias que le producen las diferentes lecturas; eso nos ayudará a buscar las fuentes y, así, seguiremos ampliando nuestra biblioteca y disfrutando la relectura de los libros que ya tenemos.
María Carbó