Hoy la ciudad calla con nostalgia de playa.
El cielo se ha cubierto de un polvillo beige y el sol, los ojos irritados, ha casi desaparecido.
Una ráfaga, furiosa y cálida, sacude en un baile imposible los papeles de mi mesa.
Se escucha el silencio, como si todo hubiera desaparecido más allá de la ventana.
Pero no hay tormenta ni murmullo de agua, solo este ir y venir del viento, y la neblina parduzca que llega con nostalgias de Sahara.