Ignitos, de Ana Abregú

 

Mis poemas muerden…. mis poemas son un riesgo…

mis poemas están en el futuro

 

Mi mirada desciende por las líneas que van componiendo cada poema.

Sonidos, hebras, brumas, acorde para un lenguaje que se postula prefigurado ¿también una ilusión?

Mi mirada ante la palabra “evanescente azul y nada” (23), inasible como el fuego.

Ante el poema que atrae, atrapa con su movimiento; el poema “está en todas partes”, es nido y es destino, es tiempo y futuro, es también cicatriz y epigrama. El poema está sellado en la piedra.

Y ahí lo busco.

Con mi mirada, que fue interpelada con un “tu” (26), con (mi) este estar en la escritura (10), a merced del fuego de la palabra, allí donde “todo es frágil y vulnerable” (19) y donde “la brevedad es una mascarada” (18).

En ese espacio de hondura escucho la voz que me aconseja que “a veces hay que huir del brillo, el fuego, la incandescencia” (7), para que no se pierda lo que arde en la llama, antes del olvido, el poema.

Estamos aquí para eso, me repite la poeta mientras deslumbrada sigo sus huellas.

 

 

 

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