JUAN FORN, María Domecq

María Domecq[1], de Juan Forn o el arte de narrar.

 

I.-

Como escribí en la crónica sobre Mizubayashi, al mismo tiempo que terminaba Reina del corazón, metía en la cartera, para leer en los tiempos de tránsito o de espera fuera de casa, María Domecq de Juan Forn, un libro que coronaba la pila de varios otros aún sin ubicar luego de la mudanza.

El libro no era mío, pero ahí estaba y su autor era más que tentador para ver de qué trataba.

He leído muy pocas cosas de Forn (más que nada por falta de tiempo para que se cuele entre mis lecturas). Su muerte, ocurrida en el 2021, develó mi propia fragilidad. Forn es sin dudas un contemporáneo, nacimos en el mismo año y le llevo solo algunos meses de diferencia cronológica.

Para el 2001, por sugerencia de sus médicos, procurar un cambio saludable de vida, se mudó a Villa Gesell (algunos señalan que en realidad era Mar de las Pampas).

Por experiencia propia, sé de la influencia creativa del mar.

Ahora que escribo frente al paisaje urbano, hoy más gris que nunca con una llovizna que me carga de melancolía, extraño el horizonte de mi mar de mareas.

Por eso, comencé a leer con mucho de nostalgia esta novela que devela tanto de su precaria salud. Por momentos leía, recuerdo, con la misma tristeza conque transité la última novela de Piglia; es el mismo sentimiento que me acompaña en este presente leer los artículos de Roberto Ferro o Noé Jitrik.

En fin, se ha muerto también Alain Delon y entonces me aferro al abrazo de mi última nieta, de tan solo 8 meses, con la misma fuerza con que Forn escribe esta novela, para lidiar (como bien señala el autor de la contratapa) con el miedo a morir.

Es así.

No puedo escribir de otro modo en este día. Ya pasará.

 

!!.-

En la crónica anterior, correspondiente a la novela de Mizubayashi, señalé cómo me circundaba en los últimos meses el país de mi abuelo, Japón. Y también comentaba que al abrir el libro de Forn, y en ese contexto de lo japonés, me había quedado prendada de la primera línea con la que inicia el texto: “Cuando el comodoro Perry y sus cuatro «naves negras del mal» entraron en la bahía de Edo (hoy Tokio) …”. (p.9)

A partir de ese comienzo fue  solo un deslizarme por una historia apasionante, en la que Forn se convierte en detective de su historia familiar, emparentada, según la narración, a la historia que originó primero la escritura y más tarde la famosa ópera de Puccini, Madame Butterfly.

La aparición sorpresiva de María Domecq en su vida es el punto de partida para localizar a Noboru Yokoi, pero también:

…fue mi tabla de salvación después de la pancreatitis: la manera que encontré para convertir en pasado, en relato, aquello que amenazaba ser un presente perpetuo para mí, el rito de pasaje que me permitió pasar de la enajenación y el miedo a esta vida actual junto a mi mujer y mi hija en nuestra casa junto al mar. (p.234)

 

III.-

 

Aventuro que es lo extraordinario de la escritura de Forn, es ese deslizarse en el arte de componer las líneas sin grumos. Esto que encuentro en los buenos narradores o cuentistas: casi como si los escuchara, así los leo. Y pienso en Bioy o Abelardo Castillo, por ejemplo.

Juan Forn lo logra también en su último libro publicado Yo recordaré por ustedes (2021), o las crónicas de los viernes en las contratapas de Página/12, luego reunidas en El hombre que fue viernes (2012), logrando “¿elevar?” a la categoría de cuento un hecho, un personaje, una situación. Su escritura supera la transcripción de la anécdota periodística o de investigación con el punto de inflexión que nunca pretende ni llega ser una moraleja.

Y Forn hace de este modo de narrar un arte.

Será por eso que, y llegando casi al final de la novela, lo cita a Pilniak -Boris Pilniak (1894-1938) escritor ruso-. En el pie de página, Forn ha rescatado entre otras cosas lo siguiente:

… en el primero de los cinco cuentos de ese libro (está citando Caoba), figura la frase más famosa de toda su obra, donde anticipa el final que tendría su vida: «Que sean otros quienes juzguen, no yo. Mi trabajo se reduce a meditar sobre las cosas. En particular cómo pueden convertirse en relatos».

 

Cristian Vázquez escribe en el sitio Letras libres[2]:

Forn es como esos mecánicos o esos plomeros que sabés que podés recomendar: siempre van a hacer bien su trabajo, que nunca te van a dejar mal parado.

María Domecq se lee como se leen sus crónicas, pensadas sobre sí mismas, partiendo de la propia investigación que fue haciendo Forn. Es un género en el que él “nada” con comodidad, ¿buscando respuestas? Quizás; a veces se escribe sin saber, solo para mirar morir una mosca, como decía (parafraseando) Marguerite Duras.

Cristian Vázquez sugiere leer Puras mentiras (2001).

Le voy a preguntar a mi hermano del sur que es fanático de Forn,  y  además gran lector.

 

[1] Forn, Juan. María Domecq. Ed. Emecé, Bs. As.: 2018. Las citas corresponden a esta edición.

[2] https://letraslibres.com/literatura/juan-forn-en-una-pileta-inmensa-sin-cansarse/

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