ANNIE ERNAUX – El uso de la foto

DEL EROTISMO Y LA MUERTE

(Sobre El uso de la foto[1], de Annie Ernaux/ Marc Marie)

 

Siempre hay en la foto un detalle que capta la mirada, un detalle más conmovedor que los demás.

 

 

Sucedió mientras buscaba información sobre Annie Ernaux y algún posible vínculo de ella con Hélène Cixous, que encontré este libro escrito por Ernaux en el 2005, publicado en español en el 2018.

El título me tomó por completo por la similitud que tenía con este ritual, iniciado hace algunos meses, de fotografiar lo que llama mi atención, originando así la serie que he llamado “Restos”. En los inicios, porque las primeras fotografías las realicé en Imbassaí, la culpa la tuvo el mar y el rastro que él dejaba cada mañana sobre la orilla de la playa. Pero luego, ya no era solo el mar, sino el recorrido de mis ojos conmovidos por el encuentro con aquello que se me brindaba de modo tan generoso. Así se fue conformando una serie de lo que me interpelaba, sin un objetivo de composición o de efecto artístico (aunque siempre eso aparece luego en el armado final, es inevitable).

Algunos amigos me han preguntado el porqué de ese nombre: “Restos”.

He contestado, como puedo, que la palabra no significa, para mí, desechos y, que lo que intento es una operación de rescate; una tarea que realiza la mirada sobre el objeto para, sumándole la palabra, darles permanencia. Que entonces, los restos no serían lo que se abandona sino lo que queda de algo que no está enunciado, o no se ve en ese instante; parafraseando a Barthes, la fotografía es un recorte que supone lo oculto, lo periférico que también forma parte de esa composición.

Quizás, y sin saberlo en ese entonces de los inicios, algo tuvo que ver Onetti y tal vez, también, Duchamps. Ellos habían provocado, en los últimos años, pensar en esta cuestión del “resto” que luego se materializaría en mis caminatas por las playas de Imbassaí.

Después llegaría la continuidad de las tomas, con la conciencia voluntariosa de la serie.

Una continuidad más difícil en la ciudad o, por lo menos, con otro desafío, ya que Imbassaí se derrama, como el agua de una fuente, espléndida y constante para la mirada mientras la ciudad me es esquiva con sus secretos. En la ciudad el silencio es una construcción (¿Silêncio? Estamos em falta, escribe Marta Medeiros), una decisión; en la ciudad la mirada se agudiza para no extraviarse en lo  intrascendente, que es justamente lo contrario a mi concepto de restos.

Por lo tanto, no podía quedar ajena a ese título descubierto: El uso de la foto. Escritura que Annie Ernaux lleva a cabo junto a Marc Marie.

Marc Marie es escritor y periodista francés. No consigo encontrar más información, aun buscándola en otros idiomas; solo encontré otro libro suyo (también en coautoría), pero sin llegar a comprender de qué trata.

Así que limito la curiosidad y me dedico a escribir sobre la lectura que acabo de finalizar.

Ernaux y Marie (o Annie y Marc) comienzan una relación amorosa durante el 2003 hasta comienzos de 2004. Una mañana, al bajar del cuarto, descubren fuera del cuarto, la escena de la noche anterior:

… descubriendo al despertarme la mesa con los restos de la cena, las sillas desplazadas, nuestra ropa mezclada, tirada por el suelo en cualquier lado la víspera por la noche al hacer el amor. (p.7)

La mirada de ambos se centra en la composición que recrea la ropa cada mañana, quizás por la relación de ella con la piel; la disposición de esos “restos” matutinos los interpela al punto de decidir fotografiarla como una serie.

El libro trata de eso, de lo que esas fotos hablan (y también callan): De la desnudez, de la exposición de la pasión, del abandono de los cuerpos y del erotismo presente ya en el acápite del libro con la cita de Georges Bataille (autor de Las lágrimas del Eros). A esta escenografía se suma con toda su fuerza la fragilidad y lo efímero, la muerte, presente en la enfermedad que atraviesa en ese mismo período Ernaux, un cáncer de mama.

Así George Bataille o la pintura de Coubet, El origen del mundo se conjugan con el detalle escrito de la ropa más íntima: las texturas, los colores (hasta podemos adivinar los olores); se habla de la música, las canciones que quedan fijadas a cada encuentro amoroso; y se regresa a la muerte, la presente en esa petit morte del orgasmo de la pareja y la que atraviesa el cuerpo de Ernaux con la pérdida total del pelo y la descripción cruda del catéter que desde el hombro se le incrusta el pecho.

Las fotografías les propusieron un desafío, el de la escritura. Una escritura que cada uno realizará a partir de las imágenes, en solitario, para compartirla más tarde al momento de la publicación. (Un ejercicio similar transité con otras escritoras cuando llevamos a cabo el proyecto de En distintas direcciones).

Con los textos se publicarán las imágenes. En blanco y negro en la edición original de la editorial Gallimard (2005); con el agregado de las fotografías en color, al final del libro, para las ediciones posteriores.

Leer para regresar a las fotos y luego, otra vez a la lectura, es casi un ejercicio constante y necesario para abordar este libro.

Como señala Ernaux en una suerte de prólogo (sin título):

El mayor grado de realidad, sin embargo, se alcanzará solamente si esas fotos escritas se transforman en otras escenas de la memoria y la imaginación de los lectores.

Fotos escritas sobre restos. Casi como si ese universo trazara un paralelo con el que vengo desarrollando en estos últimos meses.

 

En varias ocasiones, como me ha sucedido con el libro anterior leído, La vergüenza, ciertas cuestiones planteadas o narradas produjeron en mí una total empatía por una escritura común o de total acercamiento. Por ejemplo, cuando Ernaux escribe sobre el ritual de hacer la cama:

[…] atreverse a exhibir sin vergüenza las sábanas viertas y las huellas de los cuerpos. Había que, a falta de sacudir vigorosamente por la ventana sábanas y mantas, estirar la cama, es decir ocultarla.

Como no pensar, entonces, en mis propias sábanas extendidas al sol:

Las mujeres al sol, las sábanas al viento. Lavar las huellas, eternamente, con esmero. Sobre las piedras que el río talla cada día; que las manchas desaparezcan, que no queden rastros de todo eso; que la fuerza del calor arrebate los rostros y se lleve las marcas. [2]

Hoy, recuperando las líneas de ese cuento, pienso en la fecha de su escritura, casi paralela a la que data el libro de Ernaux, y no dejó de asombrarme.

El asombro es también constitutivo de este relato: “no salir del asombro” es lo que le produce la primera experiencia de intimidad que Ernaux tiene a los diecisiete años, para confesar luego que nunca ha conseguido escapar a ese maravillarse que le produjo el encuentro de los cuerpos. ¿Podría aventurar que le ha ocurrido lo mismo con el descubrimiento de la escritura? ¿No existe una íntima relación entre esos dos goces?

Ernaux es profunda e intensamente mujer. Más adelante, seguramente, escribiré sobre su relación con el feminismo, pero esta crónica se centra en otra cuestión.

Sobre el trabajo que realiza, junto con Marie, que deviene en “una foto escrita” –un texto que se extiende como un lienzo, como la sábana sobre la cama aún caliente de la noche de amor, para dibujar sobre ella no solo los trazos de la pasión, del amor, del eros, también para dejar constancia de las huellas de la muerte–, y que es fascinante.

Mas adelante y ya sobre el final, agrega que la fotografía le ha permitido devolverles a las cosas “dignidad”.

A mi vez, y pensando en las fotografías que he estado tomando, ese es el gesto de mi mirada al detenerse en el objeto, en la cosa. Otorgarles un merecimiento y hacer de ello un texto escrito.

¿No es eso también lo que hago con la palabra? ¿No le otorgó un lugar de merecimiento al buscarla y recortarla del resto en la línea del poema, en el remate de un cuento, en los detalles que hacen a una historia de amor?

 

La novela escrita a dos manos también habla de la fugacidad. La relación duró lo que las anotaciones en los diarios íntimos de ambos autores, el 2003 y tan solo unos meses del 2004. Marc Marie resume este tiempo de “El amor y la muerte”, como señala  frente a la última fotografía.

De la historia vivida y escrita queda este testimonio “las huellas materiales de la presencia”, como dice Ernaux, una “fascinación que es más que nunca para mí la del tiempo”.

 

[1] Ernaux Annie/Marie, Marc, El uso de la foto, Ed. Cabaret Voltaire: 2018. Leído en sitio SCRIBD.

[2] Otsubo, María Claudia. Mujeres al sol, sábanas al viento. Ed. Nuevo Hacer, Bs. As.:2008

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