Crónica 2
La casa del ángel (1954)
-¿En la eternidad nos encontramos con las personas que hemos querido en la tierra?
Beatriz Guido tiene treinta años cuando presenta su primera novela, y con ella gana el concurso Emecé.
Cuatro años antes, Norah Lange había publicado Personas en la sala. En ambos trabajos, la protagonista es una muchacha (un poco más joven en el relato de Guido), sumergida en una familia numerosa donde predominan las mujeres y las convenciones de la época.
A diferencia de Lange, Guido extrema además la cuestión religiosa de la culpa y el goce. Pero ambas voces –el yo sin nombre de Lange y la Ana de Guido– son capaces de observar, con su particular mirada, lo que va sucediendo a su alrededor o de detenerse en el presente para para evocar desde ese su hoy lo ya ocurrido. (ejercicio que también realiza Lange en otras novelas posteriores a la citada).
Beatriz Guido escribe la novela luego de visitar una casa, ubicada en Belgrano, que pertenecía al Dr. Carlos Delcasse, intendente, a principios del siglo veinte, de ese barrio porteño.
Llegué a conocer la casa (lamentablemente no en su interior) porque no fue si no hasta 1977 que los nuevos dueños deciden venderla y demolerla para la construcción de tres torres. Hasta entonces, como sucede todavía con la embajada de Alemania sobre la Avenida Luis María Campos, una reja y un paredón dejaban entrever los jardines y los techos de tejas señoriales. Una ordenanza municipal rechazó el proyecto, pero la casa ya había sido destruida y hoy ocupa su lugar un paseo de compras sobrio y bien diseñado, al que le han puesto por nombre “Galería del ángel” que no logrará reemplazar nunca lo anterior. Más los nuevos edificios, por supuesto.
En su existencia, la casa (y dicho así, la casa toma en mi imaginario de lectora, consistencia propia como la casa de Faulkner y tantas otras protagonistas) congregaba grandes personalidades de la época y fue además un ámbito donde se llevaron a cabo duelos de esgrima, ya que el Dr. Delcasse era un experto en el tema. El parque de la casa (tal como ocurre en la novela) fue escenario de muchos duelos caballerescos, comunes en los años veinte.
Leopoldo Torres Nilson, segundo esposo de Beatriz Guido, la lleva el libro al cine en 1956. Y es la heredera de Delcasse (a ella le dedica el libro Beatriz Guido), quien abre la casa para la filmación de la película. Por su trabajo, Torres Nilson fue consagrado el mejor director del año, premio otorgado por el Instituto Nacional de Cine. El guion de la adaptación lo escribe la autora.
En una entrevista, señala Beatriz:
Yo era terriblemente fabulera de chica, por no decir mentirosa; inventaba cuentos de fantasmas para mis hermanas y le respondía también a mi madre, que acostumbraba contarme todas esas historias de negros, de los candombes (ella era uruguaya), historias de miedo donde la fantasía siempre estaba en primer plano. Me fascinaban además las noticias policiales de los diarios. ¡Cómo esperaba la llegada de Crítica! Eso había horrorizado a Gabriela Mistral, que en una carta a mi padre en 1935, le escribía: ‘Me preocupa Beatriz; sólo la he visto interesada en noticias policiales, crímenes’.[1]
La historia
Y es como si la respuesta comprendiera también a Ana, la protagonista de la novela. Esa curiosidad por lo policial quizás es lo que le permitió a Guido construir un relato que desde el inicio es enigmático, concentrado en un suceso que solo se develará al final. Sin agregar ningún dato que permita saber más, Ana regresa al acontecimiento, que tiene fecha y hora determinada, para que el lector tampoco olvide que eso es lo más importante. Será también un pase de iniciación (hay varios durante la novela) hacia la ya no más infancia, sumándose a los cambios del cuerpo, y a las imágenes y pensamientos estimulados por la imaginación y por la fantasía ante el despertar sexual. La Biblia (en especial el erotismo que desprende la lectura del Cantar de los Cantares) se lee al unísono con los cuentos de muertos, tarea que llevaba a cargo de la Nana de Ana y sus hermanas.
Lo religioso exacerbado de los años veinte y treinta (incluso se extiende hasta los cincuenta), de las mantillas y los preceptos preconciliares, el puritanismo, lo prohibido y la cuestión de clase, todo eso está presente en la diaria de la familia, que se mueve por la ciudad con chofer mientras otros “grupos” festejan y marchan por el 1°de mayo.
Aunque la voz es la de Ana, puedo vislumbrar a las demás. Bajo el “aparente uniforme” con el que las viste la madre se advierten las rebeldías y las diferencias que se van suscitando.
El final de la novela me conduce a la relectura de la página inicial. En realidad, Ana me va conduciendo.
Y me acerco, como ella, con un andar ambiguo en el que se cofunden la curiosidad y el deseo. Al abrir la puerta de ese cuarto (antes de que aquello suceda) Ana atraviesa algo más que un umbral. Entonces comprendo cuál fue el verdadero duelo esa tarde de viernes y qué es lo que murió definitivamente en ella después de ese momento.
La película
Promediando la lectura de la siguiente novela de Guido, veo (assisto como se dice en portugués) gracias al sitio de Youtube, la película La casa del ángel, filmada en 1957. En blanco y negro, con guion de la propia escritora, como ya mencioné, y Torres Nilson, se logra una excelente adaptación en la que se le otorga más espacio al diputado Pablo Aguirre (un Lautaro Murua espléndido) y a la situación que conduce al duelo a los adversarios políticos. Ana es interpretada por Elsa Daniel (una actriz, confieso, que nunca me gustó demasiado), pero que sabe transmitir la cuota de curiosidad, deseo y represión de la muchacha de la novela. Lo único que se desdibuja es la casa. Puede ser también la filmación antigua y oscura que no permite que se luzca o que la hace perder protagonismo.
En su momento la película fue un éxito “tanto por su estética como por lo novedoso de la forma en que había sido filmada”[2], arriesgo que esto último refiere a los primeros planos de los actores, en especial el detenerse en los ojos y en la mirada donde se concentra el misterio, la curiosidad y el dolor de Ana. Es impactante descubrir a Bárbara Mugica tan joven encarnando el papel de Vicenta, con tanta soltura como luego demostraría a lo largo de toda su carrera.
[1] Respuesta la Encuesta a la literatura argentina contemporánea (Centro Editor de América Latina, 1982) https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-6543-2011-06-03.html
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/La_casa_del_%C3%A1ngel