BEATRIZ GUIDO – La caída

Crónica 3

La caída (1956)

-Yo sé lo que va a escribir con el tiempo -auguró-; estos dos meses  no los podrá olvidar fácilmente.

 

Comienzo Final de fiesta (1958) con la inquietud interior (desconozco de donde proviene) que me produce no respetar el orden cronológico de las publicaciones de un autor. Sin embargo, ya en los inicios de esta tercera novela, logro encontrar un ejemplar de La caída en la Librería Norte, la de las Heras y Pueyrredón, frente al edificio de la facultad de ingeniería de la UBA (cuya construcción envuelta en un halo de leyendas e historias dispares porteñas merecería su propia crónica). Lo reservo (el libro) prometiendo buscarlo en breve. (¿es posible que algún otro lector me gane de mano en esa compra?).

Así que de algún modo, voy leyendo ambas novelas, aunque finalmente me concentro y finalizo la segunda publicada por Beatriz Guido en 1956.

Tengo en mis manos una edición de la colección Capítulo[1]; esos fascículos semanales (con formato de libro de bolsillo) que mi padres compraban en los kioscos de revistas. Hoy que el contenido de la biblioteca familiar ha sido repartido entre los cinco hijos –no así su soporte, el mueble, el que, sin acusar el paso del tiempo y conservando toda su blancura, ocupa un espacio de privilegio en casa de mi hermano en Bariloche–, pensar en los libros editados por el Centro Editor de América Latina (CEAL) me conduce a la otra biblioteca, la de mi tía Susi (de la cual he recibido con el tiempo tantos regalos como la edición bellísima del Ulises de Joyce o aquella especial con los cuentos de Bustos Domecq). Allí, su tocaya blanca, ocupando casi todo un estante a lo ancho, alberga muchos de los libros de la colección Capítulo; ahora reparo que nunca le pregunté si entre ellos estaba La caída.

El proyecto de las ediciones Capítulo fue dirigido por Roger Plá, con la coordinación de Luis Gregorich. Su aparición (entre agosto de 1967 y septiembre 1968) es posterior a la de la Revista Contorno, de 1953, a cargo de Ismael Viñas, una “revista emblemática de la intelectualidad argentina de izquierda, que aglutina a un grupo de jóvenes, que a su alrededor volverían a poner en tensión la problemática de la relación entre literatura y sociedad”.[2]

Hasta 1955 la revista sólo se ocupa de temas literarios, en un programa de reordenamiento de la tradición intelectual argentina y la construcción de una nueva línea. Después del golpe de estado, Contorno se convierte en una revista de discusión política donde se examina la experiencia peronista y se buscan alternativas que conjuguen los ideales marxistas y existencialistas del grupo. (…). La década del cincuenta se caracteriza por una reformulación de los procedimientos del realismo que retoma las líneas abiertas por la literatura de Boedo, preocupada por dar cuenta del contexto social. [3]

 

Encuentro mucha bibliografía sobre el grupo de escritores de los años cincuenta. Sumo a la búsqueda lo que además se relaciona con Noé Jitrik (por esas cosas de la cercanía para siempre), integrante junto a otros jóvenes de Contorno, reflexionando sobre el boom editorial y literario que se produjo en esos en nuestro país, ya que a la revista mencionada se suman unos años más tarde “Primera PlanaLos LibrosSetecientos MonosMacedonio -que dirigen Juan Carlos Martini y Alberto Vanasco-, o ya en la década de los años setenta, Crisis, dirigida por Eduardo Galeano, o Literal, de tendencia psicoanalítica que dirigen Germán L. García y otros”[4].

Luis Ricardo Furlan, poeta y ensayista nacido en 1928, escribe un interesante artículo sobre la generación de los años cincuenta. Destaco que en la lista de escritores citados (con sus obras y características), una larga lista debo decir, menciona a cuatro mujeres: Beatriz Guido, Lily Franco (totalmente desconocida para mí, escritora nacida en 1924, que también fue actriz y que escribió sobre el ámbito circense), Sara Gallardo (a quién he dedicado nuestro propio viaje en mi libro anterior), María Angélica Bosco y Estela Canto. Además aparece también citada Emma de Cartosio (1925) escritora de cuentos infantiles.

Pero intento no desviar la ruta de mi viaje, con el esfuerzo que supone la metáfora, para concentrarme en la autora que voy leyendo. Finalmente, se trata de seguir disfrutando e ir sumando, como se pueda, saberes en el camino.

 

La caída: Albertina y Los Cibils

Nuevamente una adolescente, Albertina, es la protagonista de la segunda novela de Beatriz Guido. La muchacha, que proviene del interior del país, busca alojamiento cerca de la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad e Buenos Aires (ubicada en ese entonces en la calle Viamonte al 400 donde continúa actualmente el rectorado). Así llega a la casa, muy venida a menos, donde residen los Cibils, cuatro hermanos que viven a su propio albedrío, junto a su madre enferma y postrada en una de las habitaciones. Existe un tío de los niños, el tío Lucas, una figura casi mítica, que provoca extraños pensamientos en la muchacha y a la que todos esperan sin atreverse a sortear la prohibición que impide acceder a su cuarto. De los hermanos, hay tres pequeños y uno apenas un poco mayor, pero que parece serlo aún más por la actividad casi ilegal que desempeña como vendedor ambulante en la calle.

Desde el inicio los comentarios y los gestos de los niños superan a la muchacha, más acostumbrada a una vida de provincia; por otro, su casi orfandad despierta en ella un instinto maternal que, por momentos, la agobia. El deseo y el erotismo se cruzan con las prohibiciones y preceptos morales, tanto es así que Guido ha elegido una cita de San Mateo como acápite de la novela.

Renata Rocco-Cozzi e Isabel Stratta, autoras del prólogo, escriben:

Novela de aprendizaje como la mayor parte de las de la autora, lo que La caída narra no es tanto una iniciación en lo sexual –como en La casa del ángel– ni en lo político –como será en las novelas posteriores–, sino una iniciación en la escritura. Cuando Albertina llega a la casa solo trae sus lecturas; cuando se marcha –después de haber vivido allí una experiencia muy particular– empieza a escribir. Sentada en el tren que la llevará de vuelta a San Nicolás anotará en su cuaderno las primeras frases de una novela: “Fue Laura quien abrió la puerta…” (que son las mismas que abren el relato en la primera página de La caída).[5]

 

Final

Escribo el final de esta crónica ya en Imbassaí. He traído el libro en mi maleta (regresa con insistencia la metáfora) y en la computadora lo ya escrito.

Debo hacer un esfuerzo (algunas cuestiones se desdibujan en el tránsito de la ciudad a la playa) para volver a la atomósfera de La caída. Intento, antes que nada, recordar. No tanto la historia sino lo que de ella ha quedado en mí, el resto, el residuo que me acompañará y reaparecerá luego en otras escrituras personales. Evoco el agobio de Albertina, la sumisión y sobre todo, el sentimiento de culpa frente a los Cibils; y su malestar y responsabilidad por haber sido cómplice del acto de los niños que pone fin a la vida de la madre. También ese vínculo que la perturba tanto (hoy casi anacrónico) con Indarregui, un “novio” que le pone trabas a su estudio y que opina, por ejemplo, que «no me gustan las mujeres que piensan demasiado» o “la anarquía es tan estéril como la poesía” (p.68) mientras Albertina siente crecer ese deseo no confesado por Lucas.

Albertina va cayendo en la trampa que ella misma ha ido tejiendo a su alrededor. En el final reparo en el juego que propone la autora: el desdoblamiento de la protagonista, un final casi fantástico entre la que parte y la que queda viendo a la otra partir. La que parte es la que escribe, ella logra, a diferencia de la que observa partir, levantarse y seguir y cuando llega a San Nicolás ha concluido la primera parte de su novela. La escritura, pareciera decir Guido, es el modo de reconocerse y proclamarse. La escritura es la voz que durante la novela Albertina va perdiendo hasta casi desaparecer por completo.

 

 

[1] Guido Beatriz, La caída, Colección Capítulo, Centro Editor de América Latina, Bs. As. 1981

[2] Década del 50 en Literatura Argentina, https://www.todo- argentina.net/Literatura_argentina/los_anos_cincuenta.htm

[3] Década del 50 en “Literatura argentina”, op. cit.

[4] Carmen Ruiz Barrionuevo “La narrativa argentina del Interior: Daniel Moyano”, en el sitio www.cervantes virtual.com

[5] Guido Beatriz, La caída, op.cit. p.VI

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