A ELLA
Envejecer es aprender a perder
Delphine de Vigan
Como Marie
también toco timbre
y espero.
Escucho sus pasos
–son pocos,
el mismo ritmo
siempre,
la misma melodía
siempre,
que impone
su bastón–.
Al abrir la puerta
sus ojos
cada día
más verdes
–o transparentes
o desamparados
con el tiempo
escurriéndose
entre las pupilas–.
Al abrir la puerta
sus manos
tendidas hacia
la finitud
que es
mi propia vida.
Y luego,
nada nuevo
en ese ir y venir
entre nosotras.
Me siento,
me acomodo
a sus pausas
luchando contra
el incipiente silencio
de las palabras vacías.
Luchando contra
ese silencio empeñado
en ganar la partida.
Y me apoyo
sobre sus recuerdos.
Y me deslizo
por la dulce voz
compartiendo su presente
que, a veces,
resulta tan ingrato.
Envejecer es aprender a perder,
leo.
Y aunque
me resisto ante la idea,
eso va sucediendo
mientras, la abrazo,
lo voy aprendiendo.