DELPHINE DE VIGAN – Parte 3

Días sin hambre

 

Días sin hambre es la primera novela publicada por la escritora francesa. Y se llama así por más que he escrito, no una sino varias veces, “Días de hambre”, anteriormente y en esta crónica. Luego de corregir el derrotero de mis fallos, intento pensar en la cuestión. En primer lugar, me detengo en las preposiciones. “Sin” me habla de la carencia, de la falta de algo; mientras “de” establece un vínculo y refiere a lo que le corresponde a una cosa/un sujeto. No logro precisar en este momento esa sutil diferencia, pero percibo que existe. Este nuevo error de lectura de un título me recuerda la experiencia con el de Vivian Gornik, cuando escribí “furiosos” en vez del original Apegos feroces, y me di cuenta mucho después.

No quiero insistir en la interpretación de mis actos fallidos. Solo rescato que, en ambos casos, esto refiere al resto que ha quedado de la lectura de los textos y la significancia o el acento que otorgué así tanto a “los días” como a “los apegos”.

La novela Días sin hambre fue publicada en el 2001, con el seudónimo de Lou Delvig, según explican varias reseñas del libro por razones familiares; no sorprende el recurso ya que la novela es autobiográfica y trata de la anorexia, por lo tanto, imagino, que el seudónimo fue el modo que encontró de Vigan –con diecinueve años (aunque la publica varios años después) y habiendo transitado la enfermedad– para darla a luz. De cómo fue leída por la familia (en especial la madre y la hermana) se cuenta más tarde en la novela Nada se opone a la noche.

El relato básicamente es un testimonio y conmueve. La protagonista escribe durante los meses de la internación en un hospital (no se señala, pero se entiende que de adicciones). La escritura seguramente nació como una necesidad de poder comunicar, de poner en palabras el proceso, como lo fueron también los collages en papel. Quizás fue en ese ejercicio cuando descubre el oficio y se lanza a la escritura. En la entrevista que le realiza El País, en 2020, de Vigan señala:

La palabra es terapéutica en sí misma, pero publicar un libro sobre algo personal tiene sentido cuando esa historia propia puede tener un carácter universal y entrar en resonancia con las de otras personas. Para mí eso es lo que podría explicar el éxito de esas mis novelas más personales: son como un espejo.[1]

En esta entrevista, la autora devela además el vínculo muy conflictivo con su padre, todavía vivo. De él, o de esa relación tan destructiva, así lo adjetiva, no se ha animado aún a escribir. Sin embargo, pensé mientras leía estas “confesiones”, cuánto encontré de su padre en la violencia y el abuso (pedofilia) denunciados en los párrafos que corresponden al abuelo materno, en la novela familiar ya citada Nada se opone a la noche.

“Escribir me ayudó a comprender”, señala de Vigan, aunque también agrega:”No puedo decir que los libros tengan un valor terapéutico. Creo que ese trabajo debe hacerse fuera de la literatura”.

Y ese cuidado es el que destaco de su ficción tan referencial: no convertir su escritura en una receta de autoayuda o caer en tentadores clichés.

En otra nota, publicada también en El País, unos meses antes que la anterior, se ubica a de Vigan en una misma línea “genética” con Marguerite Duras y Annie Ernaux. Dice el autor de la nota:

…hilvanadas las tres por su apego a servirse de la materia autobiográfica y de un estilo escueto y contenido, con frecuencia impregnado de un seductor talante flemático, aun apático, con ecos técnicos de nouveau roman pero con el compromiso social serpenteando entre las líneas del texto.

 

No he leído aún a Ernaux (francesa y ganadora del premio Nobel de Literatura en el 2022, que actualmente tiene 82 años), pero pienso en esta aseveración y si produjo en mí esa resonancia la lectura de de Vigan. Reconozco que no pensé nunca en Duras mientras recorría los textos ya leídos y creo, solo aventuro, que el tratamiento de lo autobiográfico es distinto. Intento explicarlo o resumirlo: aún sabiendo que ambas trabajan sobre sí mismas o sobre sus historias, esa referencia no la percibo en Duras. ¿Han sido los medios, las redes, la exposición mediática lo que hace que lo que leamos sobre el autor prevalezca sobre su obra y condicione la percepción de sus textos? No estoy segura; pero sí entiendo que Duras consigue quedar al margen mejor que de Vigan. El tiempo futuro de escritura de quien hoy estoy leyendo lo dirá.

Por su parte, la autora no se siente cómoda en esa geneaología literaria y sí encontrarse más cercana a Emmanuel Carrère (escritor francés contemporáneo), a quien tampoco he leído, y que “lo que escribo no es la verdad: es mi verdad, mi mirada sobre ella y quiero tener la libertad de aproximarme a los personajes. [2]

Casi sin interrupción paso a No y yo, publicada en el 2007.

 

 

[1] “La mayor herida posible de una infancia en no haber sido amado”, por Anatxu Zabalbeascoa para El País, 2/5/2020, https://elpais.com/elpais/2020/04/24/eps/1587747374_926758.html?event_log=oklogin

[2] “Exorcismo de demonios familiares”, por Carles Gelli, para El País, 5/9/2012, https://elpais.com/cultura/2012/09/05/actualidad/1346872434_217619.html#?rel=mas

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