Los reyes de la casa
Sus queridos eran tan numerosos que no podía imaginárselos de uno en uno. Sus queridos formaban una especie de familia inmensa y sin rostro.
Los reyes de la casa (Les enfants sont rois, 2021)[1] es la última novela publicada por la escritora francesa, a este presente de mi escritura, junio 2023. La anterior ha sido Las gratitudes (2019) texto que dio inicio a mi recorrido por sus textos. En el camino han quedado tan solo algunas novelas sin leer, del total de las once publicadas en diez años.
Esta última es básicamente una novela de denuncia, también puede enmarcarse dentro del género policial. Como señala una de las reseñas sobre el libro: «Se trata de un thriller».
De Vigan expone con crudeza la influencia negativa de la sobreexposición digital o mediática que, en la historia que nos cuenta, derivará en la desaparición de una niña de siete años.
El texto se divide en dos partes.
La primera corresponde al presente, lleva una cita de Stephen King: “Tuvimos la oportunidad de cambiar el mundo y preferimos la teletienda” (p.3) y se inicia con la transcripción policial en relación a la desaparición de la niña Kimmy Diore. La segunda parte nos ubica diez años después, en el 2031 (debo reconocer que leer esa fecha me trasladó primero a un futuro lejano, luego y casi enseguida, y con bastante melancolía, me di cuenta que esa data en realidad ya me espera a la vuelta de la esquina); también tiene una cita y corresponde a Annie Ernaux:
Presentíamos que en el tiempo de una vida surgirían cosas inimaginables a las que la gente se acostumbraría como lo había hecho en tan poco tiempo con el móvil, el ordenador, el iPod y el GPS. (p.229)
La historia transcurre en París, como las anteriores de de Vigan; como buen texto policial o de suspenso, es casi imposible abandonar la lectura en procura de saber qué va a suceder. De Vigan describe con acierto la disyuntiva a la que nos lleva la exposición de la intimidad, cuando ya no hay límites para exponer la propia vida; y, sobre todo, se centra en una de las consecuencias, en muchos casos resultado de esto: un negocio, muchísimo dinero para para quienes han sabido comercializar el potencial económico de las redes. Pero además y por encima de todo esto, de Vigan denuncia a las principales víctimas de esta realidad: los niños.
No me era ajeno lo que iba leyendo. Yo misma, por estar en contacto con niños pequeños, había asistido a esos canales difundidos en Youtube donde son ellos, los niños, quienes bajo el pretexto del juego y el descubrimiento se convierten en instrumentos útiles para la venta de productos infantiles, mientras millones de otros los siguen en todo el mundo alimentando la adicción al móvil, a la tablet, a la necesidad de la compra. Asimismo, también en estos últimos años he asistido a la exposición de los hijos por parte de los propios padres, luego pendientes de la aceptación o del rechazo, enajenados cuando eso comienza a darles, además, rédito financiero.
Desde aquel ya lejano Truman Show (citado en el libro de de Vigan) a nuestros días; habiendo pasado por aquel inicial “Gran Hermano”, que nos tuvo en vilo allá por los noventa en la televisión argentina, hasta hoy.
Amigos (que quiero) que no dudan en “colgar” cada momento de sus viajes o de sus logros, con tanto empeño como las grandes “estrellas” (cómo me molesta este adjetivo), fabricando un universo en donde parece ser todo prefecto, donde no hay dolor ni tristeza, ni cosas feas.
En fin, de Vigan supo articular esta denuncia, en formato de un respetable policial, con un desenlace un poco flojo pero válido. El nombre de la mamá de la niña que desaparece, Melanie, me evocó el nombre de Madeleine (McCann) la pequeña inglesa que cobró popularidad cuando desapareció en una playa de Portugal en el 2033 casi bajo las narices de sus padres). No sé si esa correspondencia la vivencian también otros lectores.
La segunda parte de la novela me defraudó un poco, es una extensión previsible de los mismos personajes implicados, diez años después. La leí sin mucho sobresalto, abandonándola varias veces. No sé si había un compromiso de páginas por parte de la autora con la editorial, pero me hubiera bastado con un final abierto y más inquietante, dejando que cada uno saque sus propias conclusiones sobre el destino de los personajes.
Tengo en línea las Horas subterráneas.
Supongo que la encararé porque no me agrada abandonar ciertos caminos. En mi opinión hay un salto entre Las gratitudes –que realmente me conmovió– y esta última novela que, de alguna manera, y aun encarando un tema que da para pensar e inquietar (e incluso por eso mismo no dudaría en recomendarla) no llega a producirme hondura.
[1] Delphine de Vigan, Los reyes de la casa, Ed. Anagrama, Barcelona: 2022. Edición en formato digital octubre 2022
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