Literatura y amistad
Sobre Ya te llegará. Correspondencia 1984-1997. Margo Glantz/Tamara Kamenszain.
Entre la lectura entrecruzada de Annie Ernaux y Milan Kundera, se ha colado un libro pequeñito, recién publicado por Eterna Cadencia: Ya te llegará[1], que reúne la correspondencia entre Margo Glantz y Tamara Kamenszain entre 1984 y 1997.
Había visto la publicación en la red y enseguida le escribí a Margó para que supiera que se estaba difundiendo. Me contestó con un “gran abrazo”.
Más tarde lo compré. Cuando le escribí (por WhatsApp) que ya lo tenía, me respondió “Un beso, querida”. No alcanzó a una hora la espera de su respuesta, casi como un porvenir de lo que trataría el libro. Otros tiempos.
Leí la correspondencia publicada de una sentada.
“Estas cartas entrelazan la vida de dos escritoras latinoamericanas durante un corto pero intenso período de fines del siglo XX marcado por las crisis políticas y económicas de América Latina” escriben en el inicio del prólogo, titulado “Entre amigas”, Leonora Djament, Cynthia Edul, Florencia Garramuño, Mercedes Halfon y Malena Rey.
Ellas cuentan que cuando se comienza a trabajar con el material dejado por Tamara, (fallecida en julio 2021, con 74 años) encuentran, dentro de su correspondencia, un manojo de cartas “separadas del resto y atadas con una bandita elástica”.
Imagino entonces el acto amoroso de las manos femeninas al abrirlas mientras evoco mi propio intercambio con mi amiga Silvina, cuando ella vivía en Bélgica, cartas manuscritas, en un leve papel avión, que no tenían respuesta inmediata; había que esperarlas mientras ya se pensaba en la siguiente.
Pienso en el trabajo cuidadoso de las “oficiadoras” que logran reunir –y gracias a la colaboración generosa de Margo que entrega sus propias cartas, también atesoradas, escritas por Tamara y ahora juntas como una conversación que vuelve a establecerse para siempre. También yo cuando murió Silvina, en un símil que me emociona, recuperé mi parte del intercambio; o sea, las cartas que le envié y que también habían quedado anudadas por ella con una cinta entre sus cosas.
Reparo en los agradecimientos. En el nombre de Paloma Vidal. Al buscar sus datos en la red entiendo que es la misma escritora que llegué a conocer en México, cuando visité a Margo en su casa a fines de octubre del 2022. Ella ya había estado reunida aquí por estas cartas, además de presentar un libro del 2019, El texto encuentra un cuerpo. El evento, al que asistí, fue en el Malba. El nombre de Paloma Vidal me recordó el propósito trunco de hacerle llegar mis libros en algún momento, por esta cercanía con quien vive en Brasil mi otro país de residencia. Su nombre reavivó esa posibilidad que ya agendo para no volver a perderla entre los papeles.
Me llevé al libro de Margo a Imbassaí. En la portada del libro escribí sobre nuestra pequeña conversación en el escenario del Malba, sobre Tununa y Noé. “La lectura se une a la pena”, escribí en septiembre 2022 (un mes antes de viajar a México y volver a verla). La pena era la muerte de Noé Jitrik.
Las cartas
La carta como género literario me es muy especial. Diría, y siempre lejos de buscar definiciones, que me conmueve particularmente por esa “presencia” del ausente, ese “otro alguien” que adivino y voy construyendo a partir de la lectura del que escribe.
La carta me entremete, en silencio, como testigo observadora de una conversación mantenida de a dos.
La carta me aporta datos concretos: fecha y lugar de escritura. Devela así un momento histórico, un contexto, una fracción detenida en el tiempo de la persona que escribe. Porque al momento de la carta se produce una detención, la necesaria para el acto de la escritura, pero también la de la memoria al evocar la imagen del otro.
Las manos se deslizan con ritmo propio sobre la hoja, mientras la memoria hace recortes y lo presente permuta en un inmediato pasado al derramarse en el papel.
La carta (incluso el correo electrónico no ha perdido esa condición) nos coloca frente al abismo de la espera mientras los días se suceden y las cosas nuevas para contar se acumulan para una nueva escritura, donde ya todo es un recuerdo de nosotros mismos.
Encuentro todo esto, en las “cartas de ida y vuelta” entre Margo y Tamara. Y mucho más, seguramente, que iré descubriendo con los días.
Esta correspondencia en particular me provocó una intensa melancolía.
Recuerdo haber cerrado el libro con un “suspiro”, ese del que escribía Proust, aunque en este caso la exhalación se parecía más a un lamento.
¿De dónde provenía?
Por un lado, de la triste certeza que evidencia que casi nada ha cambiado desde 1984 (recién recuperada la democracia, cuando Tamara Kamenszian –junto a su marido, Héctor Libertella y sus dos hijos, regresa al país–): inflación, peso devaluado, incertidumbre para trabajar, dificultades para sobrevivir en el oficio de escritor o en el de la cultura; y escepticismo en la región (me refiero a los dos países padeciendo las mismas injusticias sociales). Aunque Tamara celebra su regreso a la ciudad “adorada y hermosa” que tanto invita a caminar y a disfrutar, no elude esta situación.
Por el otro lado, y tal como me sucedió cuando finalicé mi recorrido por la obra de Norah Lange y me enfrenté a la imagen de Norah sirena sostenida por tantos “marineros” (presente en la edición de Interzona de 45 días y 30 marineros), reparar que más allá de la ironía y el desenfado de la pose, me había acercado a una Argentina por la que solían caminar Borges, Bioy, tanto como Arlt o Walsh; tanto como Neruda y Girondo; Xul Solar y Pettorutti… ¿Dónde se reúnen los escritores hoy? ¿En qué bar se suceden los encendidos debates? ¿Cuál es la vanguardia?
Entiendo que escribo en la periferia de, seguramente, una movida literaria que me es ajena, y que escribo desde un nostálgico desengaño, ese que alguna vez me llevó a escribir:
Llego tarde
a la fiesta
que otros prepararon.
Es el mismo sentimiento que brotó cuando partieron Gal, Rita y Tina o cuando, y fue tan reciente su despedida, lo hizo Tonny Bennet.
Los que admiramos se van yendo en silencio, sin mayores reconocimientos, como ha sucedido, creo, con Noé. A veces la pena es tan íntima, como si se tratara de tan solo un pequeño grupo los unidos por lo cultural.
Se van yendo, y dejan un gran vacío.
Entiendo, lo mío es simplemente profunda melancolía. Me disculpo. Me estoy haciendo vieja
Y por ese mismo motivo, es que rescato esta publicación y el trabajo de las cinco “oficiadoras”, me gusta así denominarlas, en ese hacer de las manos-instrumento-creación-obrar.
Como ellas, están las mujeres que llevan adelante la editorial Eduvim, en Córdoba, que ha salido al rescate de la obra de tantas escritoras argentinas no reeditadas.
Como ellas, muchas escritoras seguimos escribiendo, apostando a este trabajo, por momentos solitario y de poco reconocimiento.
Sin dudas, la edición de estas cartas “parecen seguir hablando hasta el presente de las formas siempre nuevas de la literatura y la amistad”. De eso se trata y lo festejo.
[1] Glantz Margo, Kamenszain Tamara, Ya te llegará, Eterna Cadencia editores, Bs. As.:2023