ANNIE ERNAUX, Una mujer

Ya no volveré a oír su voz

Sobre Una mujer, de Annie Ernaux

 

Una mujer[1] fue publicada en 1987, primera edición en español en el 2020.

Es un texto breve que Annie Ernaux escribe, como una suerte de catarsis, cuando fallece su madre, que vivía en los últimos años en una residencia para ancianos con diagnóstico de Alzheimer.

La novela gira en torno a esa figura muy importante en la vida de la escritora que, además, fue hija única; su única hermana fallece de difteria a los seis años, Ginette, dos años previo a su propio nacimiento. Según expresa Ernaux en una entrevista: “Otra hija, a quien, además siente que reemplazó en su rol de “hija única”: de no ser porque Ginette falleció, Annie nunca habría nacido”.[2]

El relato de Una mujer se inicia en el instante de esa mañana en la que le avisan por teléfono: “Su madre se ha apagado esta mañana, después de desayunar”. (p. 8). Como una vela que ha consumido su cera, como una antigua bombilla eléctrica que cuelga solitaria de un cielorraso, así imagino el pensamiento de Ernaux al recibir la llamada.

Se trataba del instante final para la madre que partía; uno vital, sin embargo, para la hija que queda y que, de pronto, debe abocarse a esos actos obligatorios como son los arreglos funerarios, la recogida de los restos materiales, el encuentro con la familia de origen (con los que aún sobreviven).

Luego, la desolación va dando lugar a la escritura. Al inicio para hablar de eso, de la tristeza; después, con la necesidad de contar algo más sobre ella, la madre.

La escritura como gesto que le permita poder pensarla.

Mucho de lo narrado en este texto anticipa lo que Ernaux contará después en La vergüenza, que escribe diez años más tarde. Incluso esa escena “Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio” (¿la repetiré en cada una de mis crónicas sobre la escritora francesa? ¿Será porque es esa escena el punto de inflexión de todas mis lecturas sobre esa escritura?) se lee de otro modo luego de atravesar Una mujer. Sobre esa misma escena regresa también en el 2001 cuando escribe la novela Perderse; donde, y sin justificar la violencia de su padre, Ernaux repara en las diferencias que siempre existieron entre ambos.

Un trabajo continuo sobre una misma escena que se va abordando desde distintos ángulos, casi como una escritura en continuidad o que se repliega sobre sí misma una y otra vez. (En otra crónica posterior observaré que Ernaux usa la palabra “repliegue” para definir su propia escritura).

Porque esta misma cuestión de la diferencia entre los padres ya fue enunciado, y antes que en Perderse en el relato de Una mujer: “él la siguió, ella era la voluntad social de la pareja” (p.26); “Mi padre no evolucionaba tan rápido como ella…”. (p.28): “Con él me divertía, con ella mantenía conversaciones. De los dos, ella era la figura dominante, la ley”. (p. 39).

Ernaux nos acerca a su madre con ternura. Su mirada se corresponde con la de la comprensión, y no con la del rencor –aún, y cuando como diría Sabina, “le sobran los motivos”–.

Es que Ernaux adulta ya sabe que no hemos conocido nada de nuestras propias madres. Así escribe: “De la felicidad y el orgullo de recién casada estoy casi segura. De sus deseos, no sé nada”. (p. 25)

Las palabras que he rescatado como centrales en la lectura de sus escritos posteriores (pero leídos con anterioridad cronológica), “vacío, muerte, pérdida”, develan en este relato su profundo origen.

El título me parece muy bueno “Una mujer”, ya que refleja la unicidad singular de ese vínculo, pero al mismo tiempo marca la distancia, la escritora antes que la hija.

Tanto el padre como la hija giran en torno a ella. “Creo que estábamos los dos enamorados de mi madre” (p.31). Luego llega la etapa de la adolescencia, el alejamiento y la mirada crítica sobre esa mujer ayer tan admirada.

He subrayado sobre el texto momentos que evocaron mi propia relación filial.

También he sabido que escribir sobre la madre es para una hija narrarse a sí misma. Así he recordado a Vivian Gornik con sus Apegos feroces y también a Heléne Cixous acompañando la enfermedad de su propia madre mientras realiza el duelo de su amigo, en Hipersueño, y también la historia materna que precede a Clarice Lispector. Por allí encuentro un trabajo, que guardo para leer después, “Escribir al femenino Colette y Annie Ernaux. El retorno a la madre”, de Silvia Zenarruza de Clément (para la Universidad del Litoral). Un trabajo que me intriga por el material que investiga, y porque he leído y me gusta mucho Colette.

He pensado cuánto se asemeja, en este libro, sobre todo, la escritura de De Vigan en Nada se opone a la noche, a la de Ernaux. Ambas escriben desde la falta materna y ambas desnudan el mundo íntimo que las ha constituido. Sin dudas, el estilo es similar.

Ernaux escribe La mujer entre abril de 1986 y febrero de 1987. Un poco más de nueve meses, un embarazo demorado para un trabajo de parto doloroso que permite que esa mujer tenga una historia para “que yo me sintiera menos sola falsa en el mundo dominante de las palabras y las ideas al que, según su deseo, me he pasado”. (p.66)

“Ya no volveré a oír su voz”, señala Ernaux en el inicio del párrafo final.

Y yo que continúo pensando en ella y en Cixious, encuentro en esa línea una cifra: Hay una escritura que emerge de la imposibilidad, es la que le hace saber a Ernaux lo que ha perdido, es la que le permite preguntarse a Cixious: … ¿estaré escribiendo un libro para formularle a mi amigo todas esas preguntas que no tuve tiempo de formularle por teléfono? [3]

Escribir es no olvidar lo amado. Tal vez por eso escribí alguna vez para conjurar a la memoria:

 

No solo tu olor

es pérdida

también lo es

mi olvido

Aunque tu presencia

sea constante

e intransferible.[4]

 

[1] Ernaux Annie, Una mujer, Ed. Cabaret Voltaire S.L.:2020. Producción del e-Pub: booqlab. Leído en SCRIBD.

[2] Conde Paula. Nota luego de la publicación en español de La otra hija (2014), 12/1/2023 para Clarín. https://www.clarin.com/cultura/annie-ernaux-dolorosa-carta-ginette-hermana-fallecida-6-anos-conocio_0_8AOP28rKVs.html

[3] Cixious Hèléne, Hipersueño, Ed. Interzona, Bs.As.: 2021. Pág. 82

[4] Otsubo, María Claudia, en “Poemas a mi padre 3”. Diminuto verde. Ed. Vinciguerra. Bs. As. 2018.

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