Las palabras se abrazan a la línea
y ascienden con anhelo de cielo
la ladera ocre y vermelha
por la que asoma la Luna.
Marea de río, aquí quiero estar.
ya habían cantado
en otros poemas,
susurrándoselo casi, a Lemanjá.
La pared las aguardaba,
como una novia blanca,
y las manos llegaron para
vestirla de colores.
Y han sido esas manos
quienes también
las dibujaron
junto a los pájaros y las flores.
Porque han sido ellas
(como las mías)
quienes, pincel y tinta
soltaron al viento
este deseo por permanecer.
