SARA GALLARDO – Pantalones azules

(desde Imbassaí)

 

Corrió antes de ver el estallido y la gruesa chorreadura roja que ya empezaría a bajar por la madera, cruzó la calle en dos saltos y fue a refugiarse en el portón del teatro Cervantes.

 

Leo la novela, publicada en 1963, de una sentada. Como ocurre cuando me embarco en esta clase de lectura, luego del punto final, es como si regresara al mundo que me rodea, después de mucho tiempo, con extrañeza.

Al levantar la vista enfrento la inmensidad del mar. La playa se ha ido aligerando de huellas, está casi vacía. El sol es apenas un resplandor débil que va muriendo a mis espaldas. En el cielo ya se vislumbra brillante la media luna coronada por la cópula milenaria de Jupiter y Saturno.

Demasiado hermoso este mundo mío para perder las esperanzas.

En este escenario he desplegado las páginas de la novela leídas en la computadora ante la falta del libro físico. El brillo de la pantalla fue ganando espacio sin darme cuenta a la luz del día; luz del atardecer que, de pronto, me sorprende con su hermosura.

He leído y disfrutado. Por eso, tal vez, no abandoné la novela salvo por pequeños descansos.

Alejandro Hernández, el protagonista, es un joven estudiante de arquitectura que vive y transita por las calles de Buenos Aires, aunque proviene del campo, de una familia acomodada; está de novio con Elsa, de una familia similar. Por momentos su deambular, el contacto con algunos amigos, incluso algunos mayores que él, su idealismo —escribe poesía— me recuerdan a varios personajes de Bioy, especialmente a Esteban Gauna del Sueño de los héroes. Pero Alejandro se manifiesta como católico practicante y también antisemita, incluso participa activamente en el ataque a la sinagoga ubicada frente a la Plaza Libertad en la Capital Federal. Los tabúes religiosos prevalecen en la relación física con su novia así como la oración ante los pensamientos pecaminosos. Un episodio fortuito provocará que se vincule con Irma, inmigrante polaca y judía, que ha perdido a sus padres en la reciente guerra de Europa.

Así Alejandro vivirá a lo largo del relato en tensión permanente, debatiéndose entre su deseo por Irma, a quien al mismo tiempo desprecia, y en la fidelidad que le debe a su novia, futura esposa, obviamente virgen. También experimentará la soledad —y en este sentido me acerca a Gauna— de otros vínculos afectivos. No se siente apoyado por su propia familia, de quien se siente cada vez más alejado, ni por la futura, la de Elsa, que vive en su propio mundo de intereses y cuestiones de clase.

Irma es diferente al resto de personas con las que se relaciona el protagonista. Los pantalones azules, de un azul que se describe e imagino eléctrico, que cubre unos muslos muy femeninos y sugerentes, muy distintos a los virginales de Elsa, atraen y producen culpa. Irma ha sufrido, su experiencia de vida es traumática, y se diría que vive “con los pies en la Tierra”, mientras Alejandro y quienes lo rodean transitan por la vida sin problemas. La vida en la estancia, los modismos en inglés, la despreocupación por el afuera, todo eso señala la autora con mirada crítica y certera.

Sara Gallardo sabe describir con precisión los personajes y las situaciones de cada grupo social; así como en Enero, su primera novela, lograba retratar las miserias familiares de una familia de campo; sin embargo, sin ahondar en descripciones innecesarias y sin emitir juicios de valor.

La trama se desarrolla durante el verano. Como en su primera novela, el lector no escapa al calor ni a esa cierta latencia en que parecen sumergirse los días de estío.

Vuelvo a levantar la vista luego del punto y dejo que mis ojos se estiren en el horizonte. Comienza a llover, la tormenta aunque breve es reparadora, y me provoca pensar en una metáfora después de la lectura. … y de nuevo en la ventana pudo ver que el sol ya no alcanzaba las azoteas.

1 Comment

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María Claudia Otsubo